Hoy, 8 de febrero, se celebra en la Iglesia Católica la Jornada de oración por los sobrevivientes y las víctimas de la trata de personas.
Se trata de una “fiesta” promovida por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantres e Itinerantes, el Pontificio Consejo Justicia y Paz y la Unión Internacional femenina y masculina de Superiores Generales (UISG y USG).
Es una fiesta vinculada a la memoria de Santa Josefina Bakhita (1868-1947), esclava sudanesa, “raptada y capturada” a los nueve años, vendida luego a varios amos, hasta que fue “comprada y liberada” por un diplomático italiano el año 1882, cuando ella sólo tenía 14.
Su mensaje de perdón y misericordia sigue vigente en este mundo lacerado por el odio y la violencia. Bakhita nos deja un testamento de perdón y misericordia: “Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos”.
El triste fenómeno de la trata, como recuerda el Papa Francisco:"No esclavos sino hermanos"no se refiere sólo a las mujeres destinadas a la prostitución, sino también al tráfico de niños, al tráfico de personas destinadas al trabajo forzado o a la mendicidad, al tráfico de órganos: fenómenos que a menudo engendran la así definida esclavitud del siglo XXI.
Este fenómeno no afecta sólo a algunas áreas del mundo, es un fenómeno global que implica a los Países de procedencia de las personas víctimas de trata, a los de tránsito y a los países de llegada de tantos niños, mujeres y hombres....
La extensión y la complejidad del fenómeno hace que el testimonio profético de las personas consagradas en la lucha por la dignidad y los derechos de estas personas se pueda expresar mediante diversas actividades, entre otras, la actitud orante de los seguidores y seguidoras de Jesús de Nazaret.
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