miércoles, 16 de mayo de 2018

Paz y vida en la bioética global con una ecología integral

La Sagrada escritura y la teología nos muestran la verdadera utopía que sueña Dios para toda la humanidad: una vida humanizadora, digna, feliz, realizada, plena y eterna. Tal como se manifiesta en la Revelación Bíblica, es el Dios de la vida que, con su Alianza salvífica- su plan e historia de salvación-, nos regala el don de la paz, de la justicia y de la liberación integral del mal, de todo ataque a la vida e injusticia. Este Revelación llega a su culmen con Jesús de Nazaret, el Dios encarnado, que ha venido para traernos vida y vida en abundancia (Jn 10, 10) con su Reino de amor fraterno, de paz y justicia con los pobres de la tierra. Jesús Crucificado-Resucitado, en la Pascua salvadora, nos regala su Espíritu que nos da vida y nos hace hijos de Dios en el amor fraterno, liberándonos del mal, de toda esclavitud, ley injusta y muerte (Rm 8). La primera comunidad de seguidores de Jesús e iglesia acogió toda esta espiritualidad y ética de la vida. Y promueve la defensa de la vida en todas sus fases, desde el inicio con la fecundación-concepción del no nacido, y dimensiones con la justicia con los pobres, oprimidos y víctimas; frente a todo mal, violencia, agresión a la vida e injusticia causadas por los poderosos y ricos. Tal como nos enseña la Didaché o Enseñanza de los Doce Apóstoles, una de las primeras enseñanzas de este cristianismo originario.

“No mates, no adulteres, no corrompas a los menores, no forniques, no robes, no practiques la magia o la hechicería, no mates al hijo por aborto, ni quites la vida al recién nacido. No codicies los bienes del prójimo…Perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad, amadores de la mentira, desconocedores de los castigos de la justicia, sin afecto por lo bueno y lo justo, despiertos no para el bien sino para el mal; alejados de toda mansedumbre y paciencia, amantes de la vanidad, buscadores de recompensas, que no se compadecen de los pobres, no se ocupan de los afligidos, no reconocen a su creador, asesinos de sus hijos, corruptores de la obra de Dios por el aborto, ellos rechazan a los indigentes, y los oprimen más en su aflicción, patrocinadores de los ricos, jueces injustos de los pobres errando en todas las cosas” (Didaché).

Esta tradición bíblica-apostólica, con la defensa de la vida y dignidad de todo ser humano para una paz justa en un desarrollo humano e integral, la continúa la iglesia contemporánea y actual. Así nos lo transmite el Concilio Vaticano II (GS 27) y San Juan Pablo II (EV 3), en contra de “todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos de coacción psicológica; todo lo que ofende a la dignidad humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; también las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables; todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al Creador” (Vaticano II, GS 27; EV 3).

San Juan Pablo II, en su citada encíclica sobre la vida (EV), señala como símbolos elocuentes del amor a la vida, esos “signos de esperanza”, la conciencia ética “cada vez más contraria a la guerra como instrumento de solución de los conflictos entre los pueblos. Y orientada cada vez más a la búsqueda de medios eficaces, pero « no violentos », para frenar la agresión armada. Además, en este mismo horizonte se da la aversión cada vez más difundida en la opinión pública a la pena de muerte, incluso como instrumento de « legítima defensa » social, al considerar las posibilidades con las que cuenta una sociedad moderna para reprimir eficazmente el crimen de modo que, neutralizando a quien lo ha cometido, no se le prive definitivamente de la posibilidad de redimirse. También se debe considerar positivamente una mayor atención a la calidad de vida y a la ecología, que se registra sobre todo en las sociedades más desarrolladas, en las que las expectativas de las personas no se centran tanto en los problemas de la supervivencia cuanto más bien en la búsqueda de una mejora global de las condiciones de vida. Particularmente significativo es el despertar de una reflexión ética sobre la vida. Con el nacimiento y desarrollo cada vez más extendido de la bioética se favorece la reflexión y el diálogo —entre creyentes y no creyentes, así como entre creyentes de diversas religiones— sobre problemas éticos, incluso fundamentales, que afectan a la vida del hombre” (EV 27). 

Todo ello, sigue afirmando el Papa, frente a “la violencia contra la vida de millones de seres humanos, especialmente niños, forzados a la miseria, a la desnutrición, y al hambre, a causa de una inicua distribución de las riquezas entre los pueblos y las clases sociales. La violencia derivada, incluso antes que de las guerras, de un comercio escandaloso de armas, que favorece la espiral de tantos conflictos armados que ensangrientan el mundo. La siembra de muerte que se realiza con el temerario desajuste de los equilibrios ecológicos, con la criminal difusión de la droga, o con el fomento de modelos de práctica de la sexualidad que, además de ser moralmente inaceptables, son también portadores de graves riesgos para la vida…Las amenazas contra la vida humana, ¡son tantas sus formas, manifiestas o encubiertas, en nuestro tiempo! Estamos frente a una realidad más amplia, que se puede considerar como una verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera « cultura de muerte». Esta estructura está activamente promovida por fuertes corrientes culturales, económicas y políticas, portadoras de una concepción de la sociedad basada en la eficiencia. Mirando las cosas desde este punto de vista, se puede hablar, en cierto sentido, de una guerra de los poderosos contra los débiles. La vida que exigiría más acogida, amor y cuidado es tenida por inútil, o considerada como un peso insoportable y, por tanto, despreciada de muchos modos.” (EV 10, 12).

Tal como se observa, y nos está insistiendo el Papa Francisco, la ética y la fe con la iglesia promueven una bioética global en una ecología integral, para el cuidado y justicia con todas las víctimas, los pobres, los excluidos y esa casa común que es el planeta tierra. Así nos testimoniaron todo ello testigos de la paz y de la justicia como Luther King, Gandhi o el querido Mons. Romero, un santo y mártir del Dios de la vida, de la fe y de la justicia con los pobres (cf. por ejemplo su Homilía del 3er. Domingo de Cuaresma, 18 de marzo de 1979). Y últimamente los curas y obispos villeros en Argentina que, con su comunicado “con los pobres abrazamos la vida”, expresan una defensa de la vida integral, desde el inicio frente al aborto o eugenesia y en todos los terrenos. Con "acciones concretas que realizamos en nuestros barrios para que  se viva bien, se viva con dignidad; nuestra opción es por la vida como viene, sin grises…Nuestra experiencia de vecinos, fruto de una consagración, es la de haber aprendido de los villeros a amar y cuidar la vida. No necesitamos agregar más muertes. Nuestros barrios necesitan propuestas de vida digna. Y una sociedad que proteja al más débil". En contra de estos poderes del capital, del estado e ideológicos, con sus estructuras sociales e históricas de pecado, que dañan y niegan la vida de todos estos seres humanos vulnerables, indefensos, empobrecidos y excluidos. 

Es, como nos comunica Francisco, la cultura del descarte y la globalización de la indiferencia ante dicho mal, injusticia y cultura de la muerte. Además, nos debemos liberar de incoherencias e ideologizaciones en torno a la protección de la vida. En este sentido, Francisco afirma que “no puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extinción, pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas, se desentiende de los pobres o se empeña en destruir a otro ser humano que le desagrada…. Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad -por poner sólo algunos ejemplos-, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona” (LS 91, 117).

Como reconoce Francisco con el magisterio de la iglesia junto con la ciencia, “la genética moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas” (EV 60; DV 78-79). En esta línea, la Universidad Jesuita Pontificia Comillas (Madrid) esclarece que “el conocimiento de la biología molecular del embrión y del feto nos llevan a la convicción de que desde la concepción nos encontramos ante una nueva vida humana distinta de sus progenitores y que, aunque dependiente y en fase de desarrollo, merece el respeto y la protección de la que gozan todos los seres humanos” (Declaración “defensa de la vida humana naciente y protección de toda mujer gestante”). De esta forma, como explica Zubiri, “en el germen está ya todo lo que en su desarrollo constituirá lo que suele llamarse hombre, sin transformación ninguna, sólo por desarrollo; porque el germen es ya un ser humano”. Desde la propia filosofía, un pensador no creyente como Gustavo Bueno afirma que “el germen, el embrión, el feto e infante tienen una vida individual propia y autónoma respecto de la madre. Y acabar con su vida es como un regreso o retroceso reaccionario a la época de la barbarie”. 

La iglesia con los Papas como Francisco nos llaman a un creíble movimiento pro-vida, que esté liberado de incoherencias e ideologizaciones que impiden defender la vida y dignidad de toda persona en todo su desarrollo, aspectos y con el cuidado de la hermana tierra. En una conversión ecológica integral. Tal como nos acaba de transmitir, “es nocivo e ideológico el error de quienes viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, inmanentista, comunista, populista. O lo relativizan como si hubiera otras cosas más importantes o como si solo interesara una determinada ética o una razón que ellos defienden. La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte. No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo, donde unos festejan, gastan alegremente y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros solo miran desde afuera mientras su vida pasa y se acaba miserablemente” (Papa Francisco, GE 101).
Ph. D. Agustín Ortega


Ph. D. Agustín Ortega (España) es Trabajador Social y Doctor en Ciencias Sociales (Dpto. de Psicología y Sociología).  Asimismo ha realizado los Estudios de Filosofía y Teología, Doctor en Humanidades y Teología. Profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y, actualmente, de la UNAE (Universidad Nacional de Educación) así como invitado en diversas universidades latinoamericanas. Autor de diversas publicaciones, libros y artículos.

martes, 15 de mayo de 2018

Lineas Guia para la Formación Inicial 2017



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INTRODUCCIÓN

La Orden Franciscana Seglar (OFS) cuyos miembros están llamados a vivir una vocación de caridad, una vocación de seguir fielmente el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, incluye entre sus etapas, la “Formación Inicial”, que es un tiempo después de la Admisión a la Orden y antes de la Profesión. Durante este tiempo se pretende profundizar en la maduración de la vocación, mejorar la experiencia de la vida evangélica en fraternidad y obtener un mejor conocimiento de la Orden (Art.40 CCGG).

La formación durante esta etapa debe estar dirigida a ser más conscientes de la Orden y a tomar la decisión de profesar. Antes de esta etapa es la etapa de Iniciación. Durante este tiempo, el equipo de formación debe asegurarse de que el candidato tenga una comprensión básica de la Iglesia Católica. La Regla y las Constituciones Generales deben estudiarse. El candidato debe ser un católico practicante y debe integrarse a la fraternidad local.

La formación para la Orden Franciscana Seglar no es solo académica, también debe mover al Franciscano Seglar a una experiencia más profunda de la vida basada en la fe y en el carisma. Conduce al candidato a comprometerse a cumplir la misión dada a Francisco de Asís por Dios mismo, una misión para vivir fiel y humildemente, dando el testimonio de Dios al mundo, reconstruyendo la Iglesia e iluminándose con la alegría del amor en el mismo Padre.

Estos lineamientos pretenden formar a un Franciscano Seglar responsable, comprometido, maduro y convencido de la riqueza de la vida fraterna. En esta etapa, buscamos profundizar el conocimiento cristiano y franciscano en comunión con la Iglesia y en el mundo, y resaltar la importancia y el significado de hacer la profesión en la Orden Franciscana Seglar. (CCGG Art. 40). Nuestra forma de vida claramente dice: "... en fuerza de su vocación, impulsados por la dinámica del Evangelio, conformen su modo de pensar y de obrar al modo de Cristo, mediante un radical cambio interior, que el mismo Evangelio denomina con el nombre de ‘conversión’". "La fragilidad humana hace necesario que esta conversión se lleve a cabo diariamente". (OFS Regla Art. 7a)

Estos lineamientos están destinados a los hermanos Franciscanos Seglares que ya han sido admitidos y han pasado por la iniciación (CCGG Art. 37-38), y estén comenzando la etapa de formación inicial como se indica en el Art. 40 CCGG. Este instrumento debe dar vida y debe ir acompañado de experiencias concretas de servicio y apostolados que enriquezcan la experiencia.

Estos son tiempos de gracia, pero también tiempos muy exigentes, tiempos de violencia y de creciente deshumanización del hombre, por lo tanto debemos estar más intensamente preparados para ofrecer nuestra mano y llevar el mensaje de misericordia, amor, esperanza y ayuda, de acuerdo con la invitación de nuestro Santo Padre San Francisco, para reconstruir el tejido moral y social de la Iglesia y para tender la mano a todos.

"Pon tu confianza en el Señor y Él te ayudará".
San Francisco de Asís

Con la alegría de ser hijos de Dios, somos llamados a vivir y servir con alegría en el mundo.

Comisión de Formación – Presidencia CIOFS
Ana María Raffo Laos OFS
Jennifer Harrington OFS
Mary Stronach OFS
Fr. Pedro Zitha OFM

http://www.ciofs.org/portal/es/home-es/ciofs-noticias/2008-lineas-guia-para-la-formacion-inicial-2017

lunes, 7 de mayo de 2018

CARTA DE AGRADECIMIENTO DEL PAPA FRANCISCO AL MINISTRO GENERAL



Muy querido Padre Mauro,

Aún tengo impreso en ojos y corazón los encuentros que San Pío me concedió en la inolvidable jornada vivida en Pietrelcina y en San Giovanni Rotondo. Al reconocimiento por este precioso don, agrego asimismo el agradecimiento por el saludo que, también en nombre de toda la Fraternidad franciscana, quisiste hacerme llegar, junto al gesto de caridad que rápidamente reservé para tantos hermanos necesitados que golpean a mi puerta.

Encontrarse con los pobres y con los abandonados es un acontecimiento de gracia. Por eso vayamos hacia los pobres, para volver a descubrir en cada pobre a Jesús. San Ignacio de Loyola enseña que: «la pobreza es madre y muro. La pobreza genera, es madre, genera la vida espiritual, vida de santidad, vida apostólica. Y es muro, defiende. ¡Cuántos desastres eclesiales comenzaron por la falta de pobreza!».

En un mundo que engendra la cultura del descarte y la indiferencia, no dejo de querer una Iglesia pobre y para los pobres. No es un programa liberal, sino un programa radical porque significa una vuelta a las raíces. El volver a los orígenes no es un replegarse en el pasado, sino una fuerza para un comienzo valiente mirando al mañana. Las obras de misericordia, a través de tantos simples gestos cotidianos, suscitan en nosotros la auténtica revolución de la ternura divina.

San Pío de Pietrelcina, que nos dejó ejemplo de una existencia que ardía del deseo de comunicar la vida de Dios a los hermanos, nos conceda la gracia que el mismo fuego nos consuma y la misma caridad nos guie.

Invocando la intercesión de la Madre de Dios y de San Francisco de Asís, te bendigo de corazón a vos y a tus hermanos, con el deseo que la Pascua sea el renovado anuncio de que el mundo no está destinado a la nada sino a la transfiguración en Dios, meta incomparable y realmente digna del hombre.

Por favor, recuérdenme en sus oraciones.

Francisco

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Reverendísimo Padre
Fr. Mauro JÖHRI
Ministro General OFM Cap.
Curia Generalis Fratrum Minorum Capuccinorum
Via Piemonte, 70
00187 ROMA

martes, 1 de mayo de 2018

CARTA SOLIDARIDAD HERMANOS DE NICARAGUA