viernes, 27 de abril de 2018

Mensaje del Consejo Internacional para las Misiones y la Evangelización OFM



MENSAJE DEL CONSEJO INTERNACIONAL PARA LAS MISIONES
 Y LA EVANGELIZACIÓN (CIME) 
A LOS HERMANOS DE LA ORDEN

Convento de San Salvador, Jerusalén

27 de abril de 2018



Los Secretarios de las Conferencias para las Misiones y la Evangelización, reunidos también como peregrinos para el encuentro bienal del Consejo Internacional para las Misiones y la Evangelización (abril 23-27 del 2018) les deseamos ¡Pax et Bonum – Paz y Bien!

En este año en que celebramos los 800 años de presencia franciscana en la Tierra bendecida por nuestro Señor – la “perla de las misiones” de nuestra Orden – deseamos compartir con ustedes lo que “hemos visto, oído y tocado con nuestras manos” durante estos días de gracia. Han sido para nosotros un tiempo privilegiado para contemplar, vivir, profundizar  y evaluar fraternalmente los temas fundamentales sobre la misión y la evangelización en nuestro mundo contemporáneo. Al hacerlo hemos tenido ante nosotros la memoria de nuestros primeros hermanos misioneros, incluido nuestro Seráfico Padre san Francisco.

Nuestro encuentro se dividió en dos partes. En la primera hemos considerado precisamente los comienzos de nuestra fe, los retos actuales que enfrenta la Orden y el significado del diálogo ecuménico e inter-religioso para nuestro compromiso permanente por la misión y la evangelización. En la segunda parte hemos escuchado a nuestros hermanos de la Custodia de Tierra Santa, ellos compartieron con nosotros el servicio que realizan como custodios de los santos lugares, a través de las diversas formas de acompañar a los cristianos en su vida de fe – no sólo a los peregrinos que vienen de fuera, sino también a los fieles de la “Iglesia Madre” de Jerusalén.

Las presentaciones, los testimonios, las reflexiones que hemos escuchado de nuestros hermanos que sirven en los Santuarios,  los que reciben a los peregrinos, los que atienden al cuidado pastoral de las parroquias, los que dirigen el Centro Cristiano de la Comunicación, los que enseñan en el Estudio Bíblico franciscano y a los que están comprometidos en las numerosas obras sociales de la Custodia de Tierra Santa, todo este compartir fue de una riqueza grande. A través de la diversidad de las experiencias y de las actividades nos han mostrado una historia dorada, pero también de grandes desafíos. No ha sido otra cosa que mirar de cerca nuestro carisma y manera de ser franciscanos en ese contexto concreto – formas de vivir y de compartir el carisma inspirado por Francisco de Asís, que continúa enriqueciendo la misión de la Iglesia en su expresión de servicio en el mundo.

Mientras considerábamos el profundo significado de este don de vida y servicio en el espíritu del Poverello, hemos hecho una memoria histórica de cuán insistentes han sido nuestros Ministros generales para que nosotros, como Orden, debiéramos fiel y temerariamente responder a los mandatos del Vaticano II de encarnar el carisma encomendado a nosotros por las innumerables generaciones de hermanos. Solamente a través de esta actualización seremos capaces de proclamar con eficacia la Buena Nueva de Jesucristo a los hombres y mujeres de nuestro mundo.

Nuestro mundo parece tranquilo. Pero, es un mundo con profundas e infinitas contradicciones, en las cuales el pueblo encuentra tanto: motivos de desesperación y de esperanza. Es un mundo herido por el relativismo religioso y cultural, y sin embargo afirma la existencia de los derechos humanos y universales. Es un mundo animado por un implacable hedonismo, y al mismo tiempo tiene personas que voluntariamente renuncian a todo placer personal por un “bien mayor” de los seres humanos que sufren y por la integridad de su “casa común”: la creación. Es un mundo gobernado por sistemas filosóficos y económicos basados en el materialismo ateo, y sin embargo rico en “buscadores espirituales” que tienen hambre y sed de toda experiencia de lo “trascendente”. Es un mundo que, en nombre de la libertad, ha abrazado numerosas ideologías contrarias a Dios y al hombre – una cultura de muerte, como la llamó el Santo Papa Juan Pablo II – además es un mundo en que nosotros los Franciscanos queremos volver a proponer a todos la Buena Noticia anunciada en la Tierra Santa por el mismo Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo.

A la luz de todo lo que hemos compartido y experimentado en este tiempo de gracia, deseamos llamar la atención de ustedes, nuestros hermanos,  sobre ciertos aspectos de nuestra vida y servicio franciscano que, en los diversos lugares donde estamos presentes se han debilitado a nivel de toda nuestra Orden. 

En respuesta pedimos a nuestros hermanos de todas las Entidades a que se empeñen de manera renovada y urgente:

A redescubrir el privilegiado lugar que debe tener la vida de oración y devoción en la vida diaria, pues son inseparables de nuestra vida de servicio, estamos llamados a ser contemplativos en la acción.
A recuperar la importancia de la itinerancia tanto de la mente como de la vida, para que podamos estar listos para responder a los desafíos de nuestro tiempo – como el mismo Papa Francisco lo pide insistentemente.
A insistir en que nuestro carisma franciscano debe ser el fiel relflejo del Evangelio, de la vida y misión a la que éste nos llama a vivir diariamente.
A encontrarnos con los jóvenes en su propio contexto de vida y de comprometernos a acompañarlos frente a los retos del mundo contemporáneo.
A intensificar nuestra solidaridad con la Orden, recordando que somos una fraternidad universal y que debemos apoyar los proyectos internacionales e interculturales.
A recordar concretamente y no sólo de palabra de que nuestra fraternidad debe ser el primer y mejor medio de evangelización.
A superar toda actitud de clericalismo en nuestra vida de servicio al Evangelio y a estar totalmente abiertos a la misión compartida con los laicos.
A diversificar nuestros compromisos ministeriales, de modo que no nos limitemos a nosotros mismos y a la fuerza de nuestras Entidades en las formas de vida y servicio que ofrecemos al Pueblo de Dios.
A garantizar que nuestra presencia franciscana sea un signo eficaz y profético del Reino de Dios en el mundo en cada fraternidad.
A promover nuevas formas de vida y misión, de manera especial, insertas entre los pobres y en lugares de frontera, a nivel de nuestras Entidades y Conferencias.
A ser conscientes de que la misión hoy, se llama diálogo, en todas las circunstancias: ecuménico, inter-religioso e intercultural.
A renovar el compromiso de la misión ad gentes como modo de fortalecer la vocación misionera de la Orden en todas las Entidades; así podremos responder de manera más auténtica a la invitación que el Papa Francisco hace a la Iglesia, para celebrar un mes misionero extraordinario en el 2019: celebración al servicio de un renovado y efectivo compromiso.
Los signos de nuestro tiempo nos llaman con urgencia a volver a la gracia de los orígenes y a renovar la experiencia de san Francisco y de los primeros hermanos. Por lo tanto, también pedimos que las Entidades de la Orden identifiquen aquellas áreas en donde están debilitadas, desarrollen planes que respondan a las necesidades concretas, y mediante los respectivos Secretarios de las Misiones y de la Evangelización se comuniquen con el Secretariado general de Misiones y Evangelización (SGME). Solamente con esta luz el SGME podrá acompañarlos en su vida y servicio al Evangelio como Hermanos Menores.

San Francisco y los primeros hermanos siguen dando testimonio de aquella libertad del corazón que es el verdadero don del Espíritu Santo. Debemos redescubrir este don, no sólo como don personal, sino también como un don para toda la Orden – como Fraternidad evangelizadora. 

Sólo un corazón así, puede transmitir fuera la belleza del Evangelio a los pueblos en todas las formas de servicio que nos ha encomendado la Iglesia. Bajo esta luz debemos preguntarnos, confiados y sin temor, si tal libertad realmente caracteriza nuestra vida y servicio al Evangelio y a las instituciones y estructuras que organizan esta vida y servicio. 

En la medida en que estas instituciones y estructuras nos bloqueen o se vuelvan una excusa para que los hermanos den libre rienda a sus egoísmos, rompan con los compromisos fraternos y el testimonio fraterno del Evangelio, nos alejamos de la gracia de los orígenes y del auténtico testimonio evangélico y profético que el Espíritu Santo nos llama a dar en el mundo de hoy. Este en particular es el caso respecto al mundo juvenil, que está en busca del verdadero sentido de la vida y de una genuina comunión que los haga experimentar la auténtica belleza de su diversidad.

El joven Francisco de Asís nos ofrece todavía hoy,  el poderoso mensaje del amor al Cristo que él mismo descubrió en su vida. Él todavía nos llama a abandonarnos con amorosa confianza en las manos de Dios con el corazón libre y feliz. Que podamos responder a este llamado con todas nuestras fuerzas y así permitir al Espíritu del Señor que nos transforme en lenguas vivientes capaces de proclamar el gozo y la esperanza del Evangelio a todos los pueblos de nuestro tiempo que nos ven y nos “escuchan”.

La inspiración que hemos recibido en la Tierra Santa proviene de la experiencia de nuestros hermanos de la Custodia y de la belleza de ser Hermanos Menores en esta tierra bendecida y llena de contrastes a la vez. 

Les agradecemos infinitamente, a los hermanos, por la hospitalidad y por su amor fraterno. 

Hemos sido contagiados más una vez por los dones que brotan del Espíritu Santo, lo hemos experimentado  y deseamos llevarlos a nuestras Conferencias.

Fraternalmente,

Sus hermanos del Consejo Internacional para las Misiones y la Evangelización

Fuente: ofm.org

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