lunes, 12 de marzo de 2018

La fe ante el mal de las guerras y de las armas



Como es sabido, el Dios revelado en Jesús y su Evangelio del Reino nos viene a traer el amor fraterno, la vida, el perdón, la reconciliación y la paz. Tal como se nos manifiesta en las Bienaventuranzas, en el Sermón del Monte y en la Pascua del Crucificado-Resucitado, Jesús se opuso a toda violencia y guerras. Cristo rechazó los conflictos armados y todo daño causado al otro. En el mismo momento en el que lo apresan y crucifican, poniendo coherentemente en práctica su mensaje, Jesús no quiere ejercer la violencia contra los poderes que lo llevan a la cruz, aún más, los perdona. Siguiendo a Jesús, el cristianismo originario con la primera iglesia siguió todo este camino de paz, oponiéndose a las guerras con sus ejércitos. Los primeros cristianos fueron pioneros de la objeción de conciencia e insumisión militar, negándose a estar en ningún ejército ni guerra, lo cual era un requisito para estar en la iglesia.

El movimiento mendicante con los frailes trinitarios, dominicos y franciscanos continúa con todo este Evangelio de la Paz y no aceptan ninguna cruzada violenta para la misión, al servicio de la fe. En este sentido, es paradigmático el acontecimiento de Francisco de Asís en su encuentro fraterno con el sultán Malik al-Kamil, al que el Pobre de Asís acude en son de paz y desarmado. Rechazando así toda esta guerra y cruzada militar. Inspirado en todo este Evangelio, testimonios contemporáneos como Gandhi, Luther King, H. Cámara o Mons. Romero prosiguieron todo esta acción no violenta en la lucha por la paz, por la solidaridad y la justicia con los pobres de la tierra. Los Papas como Benedicto XV exigieron que se pusiera fin a las guerras mundiales y, en palabras de Benedicto XVI, "tuvo la valentía de afirmar que ese conflicto era "una matanza inútil". Pío XI, por ejemplo con sus encíclicas Mit brennender Sorge o Non abbiamo bisogno, y posteriormente Pío XII se opusieron a los totalitarismos y fascismos con su odio, violencia y genocidios como el alemán con Hitler y el nazismo o el italiano. 

Juan XXIII (PT) y el Concilio Vaticano II (GS) siguen promoviendo todo este compromiso por la paz y en contra de las guerras que son injustas e inmorales, en oposición a las armas  y alentando al desarme mundial (GS 82). “Toda acción bélica que tienda indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras, o de extensas regiones junto con sus habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones" (GS 80). Hay que buscar toda esta cultura de paz, leyes e instituciones que hagan posible el que "pueda ser absolutamente prohibida cualquier guerra" (GS 82). "La carrera de armamentos es la plaga más grave de la humanidad y perjudica a los pobres de manera intolerable. Hay que temer seriamente que, si perdura, engendre todos los estragos funestos cuyos medios ya prepara" (GS 81). Es el compromiso por la paz y por erradicar toda esta industria militar, con todo el incontable e injusto gasto bélico, que debe destinarse a la erradicación de la desigualdad e injusticia del hambre o la pobreza. Y, de esta forma, ir logrando un desarrollo humano e integral (GS 81)

En esta línea, en su primera y programática encíclica (RH), Juan Pablo II a la luz del Evangelio del amor fraterno, solidario y de la justicia con los pobres nos muestra que, “en vez del pan y de la ayuda cultural a los nuevos estados y naciones que se están despertando a la vida independiente, se les ofrece a veces en abundancia armas modernas y medios de destrucción. Puestos al servicio de conflictos armados y de guerras…, una forma de «patriotería», de imperialismo, de neocolonialismo de distinto tipo. Todos sabemos bien que las zonas de miseria o de hambre que existen en nuestro globo, hubieran podido ser «fertilizadas» en breve tiempo, si las gigantescas inversiones de armamentos que sirven a la guerra y a la destrucción, hubieran sido cambiadas en inversiones para el alimento que sirvan a la vida. Es posible que esta consideración provoque también nuevas acusaciones contra la Iglesia. Esta, en cambio, no disponiendo de otras armas, sino las del espíritu, de la palabra y del amor, no puede renunciar a anunciar «la palabra... a tiempo y a destiempo». Por esto no cesa de pedir a todos en nombre de Dios y en nombre del hombre: ¡no matéis! ¡No preparéis a los hombres destrucciones y exterminio! ¡Pensad en vuestros hermanos que sufren hambre y miseria! ¡Respetad la dignidad y la libertad de cada uno!”  (RH 16).

Frente a toda violencia, muerte y conflicto bélico, San Juan Pablo II nos sigue enseñando: “¡nunca más la guerra!». ¡No, nunca más la guerra!, que destruye la vida de los inocentes, que enseña a matar y trastorna igualmente la vida de los que matan, que deja tras de sí una secuela de rencores y odios, y hace más difícil la justa solución de los mismos problemas que la han provocado. Así como dentro de cada Estado ha llegado finalmente el tiempo en que el sistema de la venganza privada y de la represalia ha sido sustituido por el imperio de la ley, así también es urgente ahora que semejante progreso tenga lugar en la Comunidad internacional. No hay que olvidar tampoco que en la raíz de la guerra hay, en general, reales y graves razones: injusticias sufridas, frustraciones de legítimas aspiraciones, miseria o explotación de grandes masas humanas desesperadas, las cuales no ven la posibilidad objetiva de mejorar sus condiciones por las vías de la paz. Por eso, el otro nombre de la paz es el desarrollo. Igual que existe la responsabilidad colectiva de evitar la guerra, existe también la responsabilidad colectiva de promover el desarrollo. Y así como a nivel interno es posible y obligado construir una economía social que oriente el funcionamiento del mercado hacia el bien común, del mismo modo son necesarias también intervenciones adecuadas a nivel internacional. Por esto hace falta un gran esfuerzo de comprensión recíproca, de conocimiento y sensibilización de las conciencias “(CA 52)

Lo cual recuerda y valora profundamente Benedicto XVI. “Pablo VI y Juan Pablo II, en sus memorables discursos ante la Asamblea de las Naciones Unidas, repitieron en nombre de la Iglesia: ¡nunca más la guerra! Desde este lugar de paz, en el que los horrores de las "matanzas inútiles" se experimentan con mayor intensidad como inaceptables, renuevo el llamamiento a seguir con tenacidad el camino del derecho, a rechazar con determinación la carrera de armamentos y la tentación de afrontar nuevas situaciones con viejos sistemas" (Benedicto XVI, 22 de Julio del 2007) Y el Papa Francisco afirma lo mismo: “no más, nunca más la guerra. Nunca más esta «inútil matanza»”, como dijo Benedicto XV…Ésta es la guerra: la destrucción de nosotros mismos. Éste es el fruto de la guerra: la muerte” (Papa Francisco, 2 de Noviembre del 2017). Francisco ha denunciado que vivimos en “una tercera guerra mundial por partes, a pedazos, en todas partes. Las guerras son un negocio, continúa criticando Francisco, son guerras comerciales para vender armas, para que se enriquezcan los mercaderes de la muerte. Los poderosos no quieren la paz porque la mayoría de ellos vive de las guerras y hacen negocios con la venta de armas”. Son guerras para imponer un imperialismo económico, saqueando los bienes y recursos de los pobres a través del actual e injusto sistema económico, comercial y financiero que es salvaje. “A las guerras hechas de enfrentamientos armados se suman otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas” (Papa Francisco, Mensajes para la Jornada Mundial de la Paz 2014)

Agustín Ortega Cabrera

Ph. D. Agustín Ortega (España) es Trabajador Social y Doctor en Ciencias Sociales (Dpto. de Psicología y Sociología).  Asimismo ha realizado los Estudios de Filosofía y Teología, Doctor en Humanidades y Teología. Profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y, actualmente, de la UNAE (Universidad Nacional de Educación) así como invitado en diversas universidades latinoamericanas. Autor de diversas publicaciones, libros y artículos. 





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