martes, 20 de febrero de 2018

Franciscanos Menores - OFM



Hermanos Menores "de la Unión Leonina"
El 4 de octubre de 1897 el papa León XIII, por la Constitución Apostólica "Felcitate quadam", reunía cuatro reformas franciscanas: Observantes, Reformados, Descalzos o Alcantarinos y Recoletos, con la simple denominación de "Hermanos Menores", título que comparten con los Hermanos Menores Conventuales y los Hermanos Menores Capuchinos.

Origen de la Observancia
La reforma Observante o de la Regular Observancia, versión moderada del movimiento de los frailes Espirituales o Fraticelli, comenzó en Italia en 1368, por obra del beato fr. Paoluccio Trinci de Foligno, en la ermita de Brogliano, entre Foligno y Camerino. A su muerte en 1391, las ermitas y conventitos bajo su jurisdicción eran ya 16, todos ellos en el centro de Italia, entre las regiones de Umbria y Marcas. El beato Paoluccio, sin embargo, sólo fundó el de San Bartolomé de Marano (Foligno); los demás se los había cedido la Orden, es decir, los llamados Conventuales, a cuyos superiores legítimos estaban sujetos.
Las reformas observantes se extendieron enseguida por Italia, Francia, España y Portugal, y fueron reconocidas por el Concilio de Constanza, con la Constitución apostólica "Supplicationibus personarum" del 23 de septiembre de 1415. Con las bulas "Vinea Domini" del 15 de marzo de 1431 y "Ut sacra" del 11 de enero de 1446, el papa Eugenio IV separó prácticamente a la Observancia de los Conventuales, y la transformó en una especie de orden dentro de la orden, ya que la dependencia de los ministros generales conventuales era simplemente nominal.
La nueva familia franciscana quedó organizada, desde entonces, en dos Vicarías generales, autónomas entre sí: una Cismontana (Italia) y otra Ultramontana (el resto de Europa), ambas divididas en Vicarías provinciales. Los cuatro pilares que organizaron y consolidaron la reforma observante fueron san Bernardino de Siena, fray Alberto de Sarteano, san Juan de Capistrano y san Jaime de la Marca, animados todos ellos por una sincera voluntad de adaptar genuinamente los ideales de san Francisco a su tiempo. Con el ejemplo, y en virtud de su enérgico y acertado gobierno, la reforma creció y se extendió rápidamente, y empezó a abandonar los eremitorios y a volver a los estudios, imprescindibles para el apostolado popular, misionero, caritativo y social, en el que se distinguieron no pocos Santos y Beatos.

Difícil convivencia
Las relaciones con el resto de la Orden no fueron siempre ejemplares. Frente a los Franciscanos Conventuales o Claustrales, que defendían a ultranza una vida estable de observancia de la Regla con mitigaciones pontificias, sin las cuales pensaban que no podrían hacer frente al cúmulo de actividades que la misma Iglesia les encomendaba, muchos Observantes no veían más solución que la radical supresión de los mismos, cosa que consiguieron en España y en sus reinos con el poderoso apoyo de los Reyes Católicos y de Felipe II. La misma intransigencia excluyente mostraron frente a las otras reformas (Villacrecianos, Amadeitas, Alcantarinos, frailes del Capucho, etc.), que defendían su legítimo derecho a observar la regla sin tener que romper la comunión con la Orden. Tampoco ayudaron a mejorar las relaciones los mil y un litigios surgidos en torno a la posesión de los conventos, ya que los Observantes, cuyo crecimiento era imparable, en ciertos lugares, tendían a apropiarse de las casas conventuales, antes que fundar otras nuevas.

Bajo el signo de las divisiones
En ese ambiente de discordia, todos los esfuerzos por reunificar a la Orden fracasaron, de modo que el 29 de mayo de 1517, con la bula "Ite vos", el papa León X terminó de romper el dsssimbólico que aún mantenía unidas a ambas familias, concediendo a los frailes de la Regular Observancia el primado jurídico de la Orden, que hasta ese momento tenían los Conventuales. En cuanto a las otras reformas, el mismo papa las obligó a unirse a una u otra Orden. En ese momento, los Observantes eran ya 30.000, repartidos en 1.500 conventos. Los conventuales eran otros tantos.
En el siglo XVI, la Observancia ya no es la de antes: no rehuye los estudios, construye grandes conventos e iglesias enormes sin mayores escrúpulos de conciencia. Nada tiene, pues, de extraño que, apenas un año después de la división, se segregaran de ellos los Frailes Menores Reformados de la Estricta Observancia, aprobada por Clemente VII el 16 de noviembre de 1532, con la bula "In suprema". El mismo papa, cuatro años antes, había aprobado también la reforma de los Frailes Menores Capuchinos, desgajados igualmente de la Observancia. Los Alcantarinos, Reformados y Recoletos, aún dependiendo del ministro general observante, gozaban de amplia autonómía, con aprobación de la Iglesia.
Tantas divisiones podrían ser motivo de escándalo para algunos, pero no dejan de ser, en realidad, un signo de la gran vitalidad del árbol plantado por San Francisco, cuyos hijos nunca han dejado de competir -no siempre de la manera más apropiada- por alcanzar la meta de la perfección evangélica, estimulados siempre por los ejemplos y las palabras del santo fundador.
Excepto los Capuchinos, que lograron conquistar y mantener su independencia, las otras familias franciscanas reformadas siguieron formando parte de la familia Observante, compartiendo con ellos un mismo ministro general y los esfuerzos apostólicos y misioneros, distinguiéndose, de manera especial, en Hispanoamérica, donde aún son muy numerosos y constituyen una fuerza importante de la Iglesia Católica.

Crisis y reunificación
Las distintas ramas Observantes también fueron víctimas del ciclón revolucionario europeo de los siglos XIX y XX, pero su fuerte vitalidad interna, la rápida fundación de nuevos seminarios y del Colegio Internacional Romano (1890) para los estudios superiores, la erección de nuevas provincias, la creación de nuevos conventos y la recuperación de los antiguos les aseguró una fuerte recuperación y una presencia aún más numerosa y prestigiosa que antes.
La reunificación de León XIII del 4 de octubre de 1897 puso fin a la secular división de la familia observante, aunque aún tendrá que intervenir Pío XII en 1940, para hacer frente a ciertas resistencias, debidas, sobre todo, a motivos políticos y nacionales.

Presencia y actividades hoy en el mundo
Hoy, los Hermanos Menores están en todo el mundo y son la fuerza misionera más importante de la Iglesia católica. El 31 de diciembre de 1991 eran 16.008 profesos solemnes (6 cardenales, 9 arzobispos, 92 obispos, 12.492 sacerdotes, 69 diáconos permanentes, 684 clérigos y 2856 hermanos legos). Los profesos simples eran 2153 (1475 estudiantes de teología y 678 hermanos legos) y los novicios, 577, que sumaban en total 18.738 religiosos (ver estadísticas actualizadas).
Los Hermanos Menores tienen a su cargo importantes santuarios del franciscanismo primitivo, como San Damián, Las Cárceles y la Porciúncula en Asís, la Verna, Araceli en Roma y los santuarios del valle de Rieti. También tienen bajo su custodia los Santos Lugares de Tierra Santa. El "Ateneo Antoniano" de Roma, con sus facultades de teología, filosofía y derecho desarrolla una amplia actividad científica y cultural. El Colegio S. Buenaventura de Quaracchi (ahora Grottaferrata) es célebre por sus ediciones monumentales de autores y documentación franciscana. Dignos de mención son también la Comisión Escotista y el Instituto Bíblico de Jerusalén, los centros Angelicum de Milán y Antoniano de Bolonia. Pero no todo es cultura. Los Menores también desarrollan una intensa labor misionera y pastoral en multitud de parroquias, iglesias y santuarios de todo el mundo.
El grupo franciscano más numeroso se caracterizan por el hábito marrón o café, que sustituyó al gris tradicional en el siglo XIX, un capucho corto que no baja de los hombros y las típicas sandalias.
La curia general, después del derribo del convento de Araceli para la construcción del gigantesco monumento a Víctor Manuel II, se trasladó al convento de Santa María Mediadora, en la colina del Gelsomino de Roma.

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